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martes, 1 de marzo de 2011

Toy Story 3



TÍTULO ORIGINAL Toy Story 3

AÑO 2010

PAÍS Estados Unidos

DIRECTOR Lee Unkrich

GUIÓN Michael Arndt

PRODUCTORA Pixar Animation Studios / Walt Disney Pictures

MÚSICA Randy Newman

DURACIÓN 103 min.

INTÉRPRETES (VOCES) Tom Hanks, Tim Allen, Michael Keaton, Jodi Benson, John Ratzenberger, Wallace Shawn, Blake Clark, Don Rickles, Estelle Harris, Joan Cusack, Ned Beatty, Timothy Dalton, R. Lee Ermey, Jeff Pidgeon, Jeff Garlin, Bonnie Hunt, Whoopi Goldberg, Teddy Newton, Bud Luckey, Beatrice Miller, Kristen Schaal, Jack Angel, Jan Rabson, Richard Kind, Javier Fernandez Pena, John Morris (II), Laurie Metcalf, Charlie Bright, Lori Alan, Emily Hahn, Lee Unkrich, Bob Peterson

SINOPSIS Mientras Andy se prepara para ir a la Universidad, Woody, Buzz, Jessie y el resto de los juguetes preferidos de Andy empiezan a preguntarse qué va a ser de ellos. Cuando por un malentendido acaban en la guardería de Sunnyside, conocen un montón de juguetes nuevos y pronto se ven envueltos en una loca aventura, que no ha hecho más que empezar.

PREMIOS 2 Oscars 2010: mejor película de animación y canción
Globos de Oro 2010: Mejor película de animación
National Board of Review 2010: Mejor película de animación

VALORACIÓN 9,5 (Clásicos imprescindibles)


El material gráfico de esta película es de sus respectivos propietarios, distribuidora y productora.

1 comentario:

  1. El estreno de Toy Story 2 generó un consenso crítico infrecuente a la hora de valorar secuelas y productos derivados: la nueva entrega mejoraba las virtudes de un original que, por si fuera poco, había hecho historia. Este tercer episodio se suma a la progresión, aunque a este crítico le preocupa que su intento de racionalizar el entusiasmo que le provoca esta película excepcional –un tour de force del cine dionisíaco comparable, en porcentaje de placer, a dos obras catedralicias de la especialidad como El Bueno, el Feo y el Malo (Sergio Leone, 1966) o Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003-04)– pueda ser malinterpretado como intento de matizar el calibre de las piezas precedentes.

    Mejor, pues, contarlo de otra manera: Toy Story es una de esas raras sagas que conciben cada nueva adición al canon como meditada y consecuente ampliación del campo de batalla. Quizá no sea exacto decir que Toy Story 3 es mejor que Toy Story 2 (1999) y Toy Story (1995), lo que ocurre es que el universo en el que ahora se mueve su elenco de personajes es más ancho, profundo y complejo. Un laberinto de sutilezas, tan dotado para el menos obvio guiño autorreferencial como para la absorción/canibalización de toda suerte de registros ajenos.

    Juguetes y edad de la inocencia

    Tras una escena inicial concebida como ejercicio de libertad absoluta (donde se sugiere que el cruce genérico posmoderno a lo Tarantino no es sino la prolongación de un juego de niños), la película de Lee Unkrich coloca a los personajes de la saga en el territorio hostil del desamparo. En el umbral del bulevar de los juguetes rotos: ahí descubrirán que la llamada edad de la inocencia puede esconder un mundo salvaje habitado por bárbaros en miniatura y, de paso, aprenderán, un poco al modo de los conejos protagonistas de la novela de Richard Adams, La colina de Watership, que el juguete es un lobo para el juguete.

    Últimamente ha habido un fastidioso tópico asociado a las secuelas: sistemáticamente, se promociona cada entrega como más oscura que la anterior. En Toy Story eso es, por fin, absolutamente cierto: los nuevos personajes (el oso Lotso, el galán Ken o un perturbador bebé gigante) no solo suman caracterizaciones de altura, sino también turbiedad y fracturas emocionales. La película nunca deja de divertirse desarticulando situaciones tipo y recursos enfáticos de nuestra memoria cinéfila, pero toca la estratosfera cuando imparte lecciones magistrales de elocuencia animada, a través de la latinización gestual de Buzz Lightyear o de la forzosa transformación del señor Patata en un sufrido señor Tortilla.

    Para quien no tema al placer absoluto

    Lo mejor: el progresivo crecimiento de la mitología
    Lo peor: perderse el genial corto que la acompaña

    (Jordi Costa: Fotogramas)

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