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miércoles, 16 de febrero de 2011

El hijo de la novia



TÍTULO ORIGINAL El hijo de la novia

AÑO 2001

PAÍS Argentina

DIRECTOR Juan José Campanella

PRODUCCIÓN Jempsa / Patagonik Film Group / Pol-Ka Producciones / Tornasol Films

GUIÓN Fernando Castets, Juan José Campanella

FOTOGRAFÍA Daniel Shulman

MÚSICA Ángel Illarramendi

DURACIÓN 124 min.

INTÉRPRETES Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke, Eduardo Blanco, Gimena Nóbile, Claudia Fontan, David Masajnik, Atilio Pozzobon, Salo Pasik

SINOPSIS Rafael piensa que las cosas deberían irle mejor: dedica 24 horas al día a su restaurante, está divorciado, ve muy poco a su hija, no tiene amigos y elude comprometerse con su novia. Además, desde hace mucho tiempo no visita a su madre, internada en un geriátrico porque sufre el mal de Alzheimer. Una serie de acontecimientos inesperados le obligan a replantearse su vida. Entre ellos, la intención que tiene su padre de cumplir el viejo sueño de su madre: casarse por la Iglesia.

VALORACIÓN 8,75 (Grandes películas)


El material gráfico de esta película es de sus respectivos propietarios, distribuidora y productora.

1 comentario:

  1. Rafael Belvedere (Darín) contempla cómo su madre (Aleandro), aquejada de Alzheimer, se aleja por un pasillo de la residencia de ancianos en la que vive. La ve irse, una página en blanco que ya no recuerda, y la cámara de Campanella lo toma, reflejo contra un cristal, fantasma él mismo tras el fantasma en que se ha convertido su madre. Ese momento, brillante en su concisión, resume como pocos una película como "El hijo de la novia": nacida de una experiencia personal (del propio Campanella y su padre), pero que expresa, entre el drama y la comedia, con contención equilibrista, lo difícil de la vida en un país en ruinas, la fantasmal Argentina de hoy mismo.

    Tiene el film de Campanella, además de brillantes momentos de puesta en escena, algo que lo trasciende: su capacidad para, a partir de una historia que, a simple vista, puede parecer improbable, reconducir a unos personajes trazados con mano segura, encarnados por actores superlativos (todos están espléndidos, pero lo que Norma Aleandro hace aquí es la confirmación de que el talento llega, en algún momento de la madurez, a la más sencilla perfección) hasta hacerlos algo más que eso: verdaderos testimonios del penar cotidiano (ese pequeño empresario que tiene que hacer trampas para seguir, ese anciano que ve cómo sus valores ya nada valen; esa mujer sin memoria), diagnósticos vivientes en los que, en unos años, cualquier historiador podrá identificar los males, pero también los anhelos, de una sociedad en su peor momento.

    Pero no se entienda que estamos ante un film de tesis. Antes al contrario, la efectividad de Campanella consiste en cómo hace para colar, en medio de una historia cotidiana de amores, desencuentros, celos y trabajos extenuantes, el ritmo de la vida. Por eso, la película es mucho más que una simple historia en perfecto equilibrio entre la lágrima y la sonrisa, más que un cliché cómodo. Por eso la identificación con los personajes se opera de manera natural, sin trampas y artificios. Por eso, en fin, la ternura, la solidaridad que transmite esta película, tan arriesgada como sencilla, tan límpida como emocionante.

    Para amantes de los equilibrios complejos.

    Lo mejor: los actores, todos.
    Lo peor: alguna caída en la atención, mediada la película.

    (Mirito Torreiro: Fotogramas)

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