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sábado, 9 de diciembre de 2017

Amanecer



TÍTULO ORIGINAL Sunrise: A Song of Two Humans

AÑO 1927

PAÍS Estados Unidos

DIRECTOR F.W. Murnau

PRODUCTORA Fox Film Corporation

GUIÓN Carl Mayer

FOTOGRAFÍA Charles Rosher, Karl Struss (B/N)

MÚSICA Hugo Riesenfeld

DURACIÓN 94 min.

INTÉRPRETES George O'Brien,  Janet Gaynor,  Margaret Livingston,  Bodil Rosing, J. Farrell MacDonald

SINOPSIS Un campesino se enamora de una sofisticada mujer de ciudad que está pasando una temporada en el campo. Su obsesión por ella es tal que descuida sus labores, y la gente comienza a darse cuenta. Pero lo peor vendrá cuando la mujer le pide que se deshaga de su esposa, para poder irse con ella a la ciudad. El hombre decide planear todo para cumplir los planes de su amante.

PREMIOS 3 Oscars 1927: Mejor película por calidad artística, actriz (Janet Gaynor), fotografía

VALORACIÓN 10 (Obras maestras)


El material gráfico de esta película es de sus respectivos propietarios, distribuidora y productora.

1 comentario:

  1. Clásico imprescindible

    Es ésta una excelente oportunidad para conocer o revisar una de las obras cumbre del cineasta F. W. Murnau, primera de las que realizó en Estados Unidos tras su fructífero paso por las corrientes del expresionismo alemán (Nosferatu, El último, Tartufo, Fausto ... ).En Amanecer (1927) permanecen algunas claves estéticas de aquel movimiento, aunque adaptadas a una narrativa más lineal, que Murnau trató con una impronta no frecuente en la cinematográfica norteamericana de entonces. Su talento para combinar la inspiración expresionista con el más depurado realismo convirtió Amanecer en una sorpresa histórica. Dividió su película en tres partes: el drama de celos y el intento de asesinato, la fascinación por la gran ciudad y la reconciliación tras la tragedia. En última instancia, la película proponía una elemental defensa del amor conyugal e incluso una arrebatada propuesta de que la fidelidad es el germen del placer. Pero para llegar a esa conclusión, inevitable en el último minuto, Murnau matizó de tal forma las características de sus personajes, enriqueció con tal genio las situaciones que éstos viven que Amanecer, mucho antes que un panfleto moralista, sigue siendo un acertado análisis de la vida de unos hombres que, recluidos en un ambiente rural, sueñan con que la felicidad sólo es posible en la gran ciudad.

    Su imaginativa visión del enloquecido mundo de la capital, con las sugerentes propuestas de la vampiresa seduciendo al honrado campesino o la descripción del bullicioso mundo nocturno donde el matrimonio redescubre el amor que les une, se traduce en imágenes vivas, muchas veces insólitas, plagadas de humor y de cierta crueldad. Sin embargo, quizá nada sea comparable en Amanecer a la secuencia maestra en la que el marido, tentado por la posibilidad del adulterio intenta asesinar a la esposa. Cada plano recrea con sensibilidad la violenta situación de los personajes; las dudas de él y el temor incipiente de ella no se refugian en el tópico sino que nacen de una profunda matización de los personajes.

    Janet Gaynor obtuvo un oscar de interpretación por su acertada composición de la esposa ingenua. Amanecer tuvo, además, otros dos oscars de la Academia: a la mejor película y a la fotografía. Cualquiera de esos oscars, y contrariamente a lo que es habitual, sigue teniendo en el caso de Amanecer una clara justificación.

    La película careció, no obstante, de éxito comercial. Murnau había eliminado prácticamente la necesidad de explicar la acción a través de subtítulos, tan innecesariamente abundantes en la mayoría de las películas de la época, confiando así en que la expresividad de sus imágenes era suficiente para emocionarse con el drama del joven matrimonio campesino. Murnau prefirió recrear su situación apoyándose sólo en las miradas, en los silencios, en la interpretación. En sus siguientes películas norteamericanas se vio obligado a introducir elementos más comerciales. Probablemente ello haya ayudado a que Amanecer siga siendo hoy una de sus películas comerciales, aunque, paradójicamente, no tuviera en su momento la aceptación merecida.

    (Diego Galán: El País)

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